Hace unos días, Licenciado Rovere (@Lic_Rovere), recomiendo que le sigan, compartía la siguiente reflexión:
A menudo pareciera que pretendemos hacer de cada comida una experiencia casi mística. ¿Dónde ha quedado esa cosa tan gratificante de salir a comer bien y echar un buen rato?
Y en esta reflexión encaja perfectamente el espíritu de El Raco de L’Aguir. Un local familiar, de barrio, el de San Antoni, y que ahora lo lleva el bueno de Iván a las mil maravillas, al igual que hicieron sus padres en su día.
La mezcla de familiaridad con una buena mano detrás de los fogones sólo puede ser sinónimo de éxito. Y es que para reservar más te vale llamar con antelación. Más difícil que ligar en Bilbao. Se ríe de los Atxas y de los Berasateguis.
A excepción de dos/tres platos que se escapan de las recetas tradicionales, el resto de la carta sabe a mediterráneo. Alcachofas a la brasa, butifarra amb mongetes a la llauna… Aquí rige el principio de carta corta, atractiva y toda ella apetecible. Inmersos en la tontería continua en la que estamos hoy en día es reconfortante ir a un restaurante y reconocer todos los platos.
Especial protagonismo cobran los arroces. Negro, con verduras y secreto ibérico, al estilo quatetondreta (no he conseguido averiguar su origen) y el de sepionets con almejas, ajos tiernos y alcachofas (ver foto). No lo duden, usen la cuchara de madera para comer.
Antes del arroz no podíamos no pedir las famosas patatas con alioli que, junto con las croquetas de calçots entran de cine y están más que buenas. Mejor la bechamel que la fritura, algo gruesa. Este aperitivo, junto con unos correctos mejillones thai fueron la antesala del notable arroz que comentaba anteriormente.
En línea con la reflexión tuitera, hay que salir más a comer por el simple hecho de pasar un buen rato y comer bien y dejar de buscar la experiencia inolvidable. Y para eso, pocos sitios mejores que el Raco de L’Agüir.
Como es temporada de calçots, me dejé engañar y tocó acudir a la primera calçotada del año y última de mi vida. El plan mola, sí. Pero, joder, que no dejan de ser cebollas a la brasa hechas, en la gran mayoría de sitios, de aquella manera. Por no hablar del romesco… Y del alioli… Lo dicho, cuanto mejor ir al Raco de l’Agüir y que no te tomen el pelo.
ARTÍCULOS DE LA SEMANA
Interesante y didáctico artículo de Carmen Alcaraz en el que desgrana cuáles son las claves para elaborar una buena salsa romesco. Como casi todas las salsas, cada uno tiene su ancestral y secreta receta guardada bajo tumba (nótese la ironía).